Rosquillas de anís, originalmente cargada por farandwell.
Música para acompañar
(*) No he podido resistirme a poner esta canción que no puede estar más de actualidad
Ingredientes:
- Un huevo
- 500 gramos de harina (pero dejarla a mano por si hace falta más)
- Seis cucharadas de azúcar
- 4 cuharadas de aceite de oliva suave
- 4 cucharadas de leche fría
- Una copita de anís
- Ralladura de limón
- Una cucharadita de levadura
- Azúcar glass para decorar
- Aceite de oliva en abundancia para freír
Preparación:
Primero batimos el huevo y le añadimos el azúcar, el anís, la mantequilla blanda y la ralladura de limón. Lo mezclamos todo muy bien. Una vez bien conseguido, añadimos la harina tamizada poco a poco. El objetivo es lograr una masa fina y blanda, pero con una consistencia adecuada. Estará en estado óptimo cuando consigamos trabajarla sin que se pegue a las manos.
Es el momento de hacer las rosquillas. Para ello, cogemos trozos de masa y los moldeamos como la plastilina. Primero hacemos un churro y luego lo unimos. El tamaño de cada rosquilla depende de nuestros gustos, pero hay que tener en cuenta que no podemos hacerlas muy pequeñas porque el agujero desaparecería al cocinar la masa.
Llegados a este punto, ponemos al fuego una sartén honda con aceite en abundancia. Dejamos que caliente con un trozo de piel de limón, que le dará muy buen aroma. Cuando esté a buena temperatura, la retiramos y podemos empezar a freír las rosquillas en tandas. Deben quedar doraditas por ambas caras. Cuando lo estén, las sacamos y las ponemos a escurrir sobre papel de cocina. Con ello, evitaremos el exceso de grasa. Las espolvoreamos con azúcar glass y listas para comer.
Se conservan perfectamente un par de días. Pero si las conservamos bien incluso aguantan más. Para ello, serviría con guardarlas en una lata entre papel de cocina o de hornear. Eso sí, debe cerrar bien y luego estar en un lugar fresco y seco.
Comentarios:
Esta receta me trae mucho recuerdos infantiles. Es la que se hacía cuando yo era pequeña, siguiendo la receta de Simone Ortega. De hecho, era la que yo hacía (con ayuda, obviamente). Me encantaba trabajar la masa como si fuera plastilina. Y luego comerlas, claro.
La elaboración no tiene apenas complicación, aunque a la hora de mezclar la harina se necesita paciencia para conseguir la consistencia adecuada. Es mejor ir poco a poco que pasarnos con la cantidad porque no tendría solución.
La preparación original manda freír las rosquillas, pero si queréis aligerarlas un poco, también podríamos hornearlas. No sé cuánto tiempo, porque nunca lo he hecho, aunque yo empezaría por un cuarto de hora hasta que consiguiera el punto adecuado. Independientemente del modo de cocinarlas, lo que sí os recomiendo es que las probéis porque están para quitar el hipo. ¿Qué tal este fin de semana?
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Y tú... ¿ya lo probaste?